domingo, 18 de septiembre de 2011
Berlanga del Duero, tierras castellanas, tierras sorianas (I)
Nos trasladamos a tierras sorianas y, atravesando sus campos desde Medinaceli a Almazán, nos llegan las palabras del poeta Antonio Machado:
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas
Verdes pradillos, cerros cenicientos,
La primavera pasa
Dejando entre las hierbas olorosas
Sus diminutas margaritas blancas.
Soria, tierra de guerreros, ante las Legiones Romanas de valentía sin igual y sacrificio hasta el último final, de crueles batallas entre la Cruz y la Media Luna, del Cid Campeador camino de destierro, y también de sentimientos, tristezas, melancolía o de reconocidos amores. Recordamos esa poesía del maestro Gerardo Diego:
Poetas andaluces
que soñasteis en Soria un sueño dilatado:
tú Bécquer, y tú, Antonio, Buen Antonio Machado,
que aquí al amor naciste y estrenaste las cruces
del dolor, de la muerte...
Desde el cántabro mar, también, como vosotros, subí a Soria a soñar.
Soria, provincia olvidada para algunos, desconocida para casi todos, pero que engancha a quien con atípica curiosidad a su mundo accede. Y de los muchos sitios donde al turista sorprende, está la villa de Berlanga del Duero cuyo nombre proviene de los tiempos del Imperio Romano, Augusta Valeránica, en honor al Emperador Valeriano.
Villa celtíbera, romana, musulmana hasta que Fernando I la hizo cristiana. Villa orgullosa, señorial, tranquila y preciosa. Villa que tuvo el honor de tener como primer alcalde a Don Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, por gracia del Rey Alfonso VI. Y con satisfacción, los berlangueses lo pregonan gracias a una placa expuesta en la Plaza mayor, preciosa plaza porticada.
Cruzamos la Puerta Aguilera, puerta principal de la muralla del siglo XIV que da acceso a una calle porticada que confluye en la Plaza Mayor.
Nada más atravesar la Plaza Mayor nos encontramos con la Colegiata de Santa María del Mercado, una joya del siglo XVI y que fue construida por Juan de Rasines en solo cuatro años, de 1526 a 1530 gracias a los Duques de Frías, siendo un ejemplo de arquitectura de transición entre el gótico y el Renacimiento.
Exteriormente destaca su ausencia de decoración y su sensación de robustez por su aspecto macizo. En su interior se encuentran numerosos retablos, con un Altar Mayor de estilo barroco (s. XVIII) y sus sorprendentes columnas salomónicas. En la Capilla Mayor se encuentra una imagen románica (s.XIII) de la Patrona de la Villa, Nuestra Señora del Mercado.
Es una iglesia rica en retablos, tallas, capillas y sepulcros. Destacan las capillas de los González Aguilera con su retablo gótico o la de los Bravo de Laguna con su retablo del siglo XVI y sus sepulcros. También se encuentra la sepultura de Don Cristóbal de Montejo o el sepulcro de los Coria.
Aquí está enterrado su ciudadano más insigne, Fray Tomás de Berlanga que fuera Obispo de Panamá en el siglo XVI, descubridor de las Islas Galápagos, quién introdujo el plátano canario en América y quién trajo el tomate a España, consejero de Isabel II y defensor de los derechos de los indígenas. Cuando volvió a su tierra se trajo la piel de un caimán, que después de casi 500 años, aun sigue colgado en una de las paredes de la Colegiata.
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