Dicen que la Historia la escriben los vencedores, y no hay duda que cuando se trata de las guerras es así. Al final, las guerras son algo más de lo que Sun Tzu desarrolló en su libro “el Arte de la Guerra”, son el afloramiento de lo más cruel y despreciable que el ser humano lleva dentro con el fin de no sólo ganar la batalla final sino causar el mayor daño posible al enemigo. Las guerras entre caballeros, combatir con honor y respetar al vencido murieron con la Primera Gran Guerra.
Hay hechos tristes en la II Guerra Mundial en los que que si los vencedores hubieran sido los vencidos tendríamos a sus responsables ejecutados tras sus correspondientes juicios. Estamos hablando del bombardeo de la indefensa ciudad de Dresde, la “Florencia del Elba”, a dos meses del final de la guerra. Ciudad sin ningún objetivo militar y por ello refugio de decenas de miles civiles de otras ciudades. Se creía que había un pacto no firmado por el cual la aviación alemana no atacaría Oxford y los aliados respetarían la capital imperial de Sajonia. Llegó a ser tal el número de refugiados que el enorme parque “Grosser Garten” daba cobijo a cerca de 200.000 personas. En la ciudad también se encontraban cerca de 25.000 prisioneros de guerra aliados.
Pero la noche del 13 de Febrero de 1945 los aliados enviaron casi 270 bombarderos con la orden de “bombardear en alfombra” o sea buscando la devastación total, tanto con bombas de explosión retardada como con bombas incendiarias (con gel/napalm). En las cuatro oleadas realizadas en los tres días consecutivos se utilizaron 1.500 bombarderos que arrojaron casi 4.500 toneladas de bombas explosivas y 1.800 toneladas de bombas incendiarias (650.000 bombas incendiarias en la segunda oleada), incluyendo 524 bombas blockbusters de dos toneladas que se llamaban así por su capacidad para destruir una manzana de edificios entera. La ciudad y sus habitantes fueron borrados del mapa.
O hablamos del ataque nuclear a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, o de la masacre de Katyn en 1943 donde los rusos eliminaron a más de 4.000 oficiales polacos siendo Polonia un país aliado o la entrada del ejército ruso en Berlín donde no dejaron mujer, niña o anciana sin violar. O la orden de Stalin del hundimiento sistemático de todos los barcos hospitales en la evacuación del Frente del Este, que causaron entre 25.000 a 30.000 bajas, muchas de ellas civiles. Sólo en los hundimientos de los barcos hospitales Goya y KdF Wilhelm Gustloff, fallecieron unas 15.000 personas (las bajas de la evacuación de Prusia Oriental ascendió a 300.000 vidas).
Horrores de la guerra, silenciados, poco conocidos o intencionadamente olvidados.
Pero cuando estás en la bonita ciudad de Cracovia tienes la posibilidad de visitar un lugar donde en la IIGM se vivió una tragedia que va mas allá de los horrores de la guerra, algo tan brutal que te hace pensar donde están los limites en la maldad que existe en la raza humana, el complejo de exterminio de Auschwitz – Birkernau.
No es una visita fácil, porque cuando estas de vacaciones no quieres sufrir, no quieres sentir dolor, sólo buscas felicidad y bienestar. Decidimos ir para percibir por nosotros mismos lo que tanto hemos oído, leído o visto y mostrar el respeto hacia las víctimas y el desprecio por los verdugos, evitando englobar a todo el pueblo alemán entre estos últimos.
Además como la climatología era adversa, era febrero y la temperatura oscilaba entre -5 y -15 grados, nos dijeron que muy pocas personas estarían de visita ese día por lo que viviríamos más intensamente, con mayor realidad, la experiencia. Y es que andar en solitario por las calles del campo de Auschwitz es sentir un silencio sobrecogedor. Era un campamento que ya existía, primero como cuartel del ejército polaco, luego como prisión -tanto para presos políticos como presos comunes alemanes y prisioneros soviéticos- y finalmente como campo de concentración y exterminio albergando entre 15.000 a 20.000 prisioneros.
Pero fue su ampliación, a tres kilómetros, la diseñada y construida a conciencia como un campo de exterminio a gran escala, donde los trenes de la vergüenza llegaban a la misma explanada del campo. Un campo de concentración de 5 kilómetros cuadrados con capacidad para más de 100.000 personas. Y fue allí, con toda su magnitud, sintiendo sus increíbles dimensiones, donde más nos apenamos por lo que somos capaces de hacer, del daño que el ser humano puede infligir al prójimo.
Hay una guerra de números acerca de las víctimas que fallecieron en este complejo, y en 1990 se pasó de 4 millones a 1 millón y medio, cifra oficial que se lee en una placa conmemorativa. Esa guerra de números, aun siendo importante, no es lo más trascendental… lo trascendental es que ocurrió y que no debe volver a pasar.
Os ponemos las fotos y que sean ellas las que hablen por nosotros.
La entrada a Auschwitz con la leyenda "El trabajo os hará libres". Una falacia en este caso.
Paredón.
Barracones
Vallas electrificadas
Entrada a Birkernau o Auschwitz II. El arco en medio del edificio central es para permitir el paso de los trenes al interior.
Explanada donde podían estacionar hasta tres convoyes al mismo tiempo
Perspectiva donde se ve la magnitud del campo
Valla exterior del frontal de Birkernau
Barracones de Birkernau
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