Cuando un restaurante lleva el
nombre de su propietario suele indicar que estamos ante una persona fuera de lo
común. Por poner unos ejemplos Solla, Pedro
Roca, Casa Gerardo, Martin Berasategui, D’Berto, Muñagorri o la persona de cuyo
restaurante subimos este post, Sacha. Son lugares que además de disfrutar de su
cocina, hay un deseo de compartir y gozar un momento, una conversación con el
propietario porque no suele ser una persona normal sino todo un personaje.
Nos llamó nuestro amigo
Alberto para que le acompañásemos a cenar allí y es como decirle a un niño que
lo llevas a Toys’R’Us… se nos abrieron los ojos y dijimos rápidamente que sí.
El restaurante no es muy
grande, con aires de antiguo bistrot francés que gana espacio en la temporada
del buen tiempo gracias a una tranquilísima terraza, cuyas mesas son reservadas
con increíble antelación.
Los colores azul y blanco
dominan la sala, una sala con paredes repletas de fotos, de historias que han
surgido en los más de 40 años que lleva cuidando a una fiel clientela. Las
mesas amplias, con buen menaje y decoradas con gusto. La iluminación tenue
sirve tanto para una cena romántica como para una de trabajo.
El servicio fue atento en los detalles pero sin estar muy encima, sobrio pero sin ser antipático, hablador lo justo para no pecar de parlanchín… es decir, profesionales de la vieja escuela. La bodega no es muy extensa, con mayoría de las dos denominaciones más clásicas (Duero y Rioja) pero está cuidada.
Nos inclinamos por un Rioja un tanto diferente, Predicador, todo un homenaje de su creador, Benjamín Romeo, a Clint Eastwood y del cual ya hemos subido en cata en este pequeño rincón epicúreo.
El servicio fue atento en los detalles pero sin estar muy encima, sobrio pero sin ser antipático, hablador lo justo para no pecar de parlanchín… es decir, profesionales de la vieja escuela. La bodega no es muy extensa, con mayoría de las dos denominaciones más clásicas (Duero y Rioja) pero está cuidada.
Nos inclinamos por un Rioja un tanto diferente, Predicador, todo un homenaje de su creador, Benjamín Romeo, a Clint Eastwood y del cual ya hemos subido en cata en este pequeño rincón epicúreo.
Cuando a la mesa llegó Sacha Hormaechea, ni habíamos abierto las cartas de la oferta culinaria porque estábamos más entregados que las fuerzas de General Nassau en la rendición de Breda.
Así que él eligió por
nosotros, sabiendo que ni teníamos alergias ni fobias a alimento alguno excepto
cierta apatía a la lengua de ternera, manjar exquisito en esta casa. A
continuación os presentamos el menú con el cual nos embelesaron:
Empanadillas de Huevas de
Salmón Salvaje, un bocado de explosivo sabor como señal prometedora del evento
culinario que estábamos empezando a disfrutar.
Falsa Lasaña de Erizo de Mar
que se atempera con un fondo de changurro para aportarle un sutil dulzor, era
una mezcla que te sorprendía por igual, tanto su potencia de sabor como la
elegancia, la finura de la masa que la abrazaba y el relleno que escondía.
Cecina de Caballo, por cuyo
sabor nos saltaron las lágrimas como a Boabdil cuando entregó las llaves de
Granada a los Reyes Católicos. Lógicamente nosotros fue por placer, que no
perdimos nada… posiblemente es la cecina más deliciosa que hayamos probado
nunca.
Apareció en la mesa uno de
nuestros vegetales favoritos junto al espárrago y la alcachofa, las corujas.
Frescas, deliciosamente tiernas y magistralmente aliñadas con aceite, limón, azúcar
y pimienta y cuyo plato estaba untado con ajo para aportar
tenuemente su potente sabor. Como apunte, la coruja o pamplina (Montia Fontana) es una
hierba de pequeño tamaño que se da en zonas altas de montaña, en arroyos donde
el agua es cristalina y fluye con alegría.
El siguiente plato tenía el alma de su creador porque era un plato de lo más original y cachondo: Tortilla Vaga de Criadillas de Tierra. Una tortilla que solo se hacía al fuego por un lado y que venía se acompañada, además del hongo, de aceite royal, cebollino y pimienta. Plato divertido, singular y sabroso.
El siguiente plato tenía el alma de su creador porque era un plato de lo más original y cachondo: Tortilla Vaga de Criadillas de Tierra. Una tortilla que solo se hacía al fuego por un lado y que venía se acompañada, además del hongo, de aceite royal, cebollino y pimienta. Plato divertido, singular y sabroso.
Rematamos la faena con un Steak Tartar, famoso en el coso gastronómico madrileño, de excelente carne y punto de preparación.
Estábamos llenos y no pudimos
con el postre, muy a pesar nuestro… por seguir con los parangones militares, algo
así como el Mariscal Rommel que disfrutó de los triunfos en el norte africano
pero se quedó sin tomar El Alamein.
Salimos del local muy
satisfechos, tanto por la originalidad y presentación de los platos, como por la calidad de la
materia prima y por tener el placer de disfrutar de una amena charla al final
de la cena con el alma mater de este templo gastronómico, Sacha Hormaechea. Y
es que esa retranca que sus raíces gallegas le han concedido, aporta momentos
gloriosos durante la conversación. Saliendo por el zaguán, nos vino a la mente
el General MacArthur cuando exclamó “Me voy… ¡¡pero volveré!!”
Juan Hurtado de Mendoza 11
28020 Madrid
91.345.59.52
que rico todo!! Eso si, el Steak Tartar,, ni me lo acerques.. ufff no puedo con la carne cruda. muaks
ResponderEliminarBueno, bruji, por lo menos ten claro que el restaurante que ofrece este plato es señal inequívoca de la mucha calidad que tiene su carne. En este rincón nos apasiona el Steak Tartar aun sabiendo el chute de ácido úrico que proporciona :) Bicos
ResponderEliminarMe ha encantado el artículo. Tomo nota de la recomendación. Un saludo,
ResponderEliminarHola! Muchas gracias por colaborar con tu comentario y por tus palabras de satisfacción. Seguiremos buscando lugares para sorprenderte. Un cordial saludo
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