miércoles, 23 de enero de 2013

Casa Alberto, Historia y Gastronomía abrazadas en armonía




Subimos un restaurante cuyas paredes rezuman historia, cuya cocina dimana aromas de arte y sabiduría con viandas y fogones, Casa Alberto una taberna fundada en 1827. Pero ya antes este lugar pertenecía a la Historia porque en el siglo XVII era una posada donde vivió Miguel de Cervantes. 
 


En este edificio el genial escritor concluyó su obra Viaje al Parnaso, y creó varios capítulos de Los Trabajos de Persiles y Segismunda y algunos de la segunda parte de El Quijote.




 
 Fue una Taberna siempre unida al mundo taurino y al teatral. Lugar concurrido por picadores y banderilleros, aquí venían los subalternos a echarse un trago antes de ir a la Plaza. En los años 40, era tal la importancia de Casa Alberto en el mundo del toro que fue sede de la tertulia taurina del maestro Antonio Segura Campos, conocido como Segurita de Madrid.


Y si hablamos del mundo teatral, aquí se vendían las entradas para la Clá del Teatro Español. La Clá era un grupo de personas que entraban con descuento (a veces gratis) a condición de aplaudir cuando lo indicará el cabecilla de tal grupo. Esta costumbre fue importada de los grandes escenarios europeos vinculado a la Opera.




Casa Alberto es una tasca madrileña con todos los elementos que la identifican como tal:


Puertas exteriores de madera pintadas en rojo


Puerta de entrada con cristales grabados al ácido con las iniciales de la casa


Columnas de forja


Gran mueble con sus estanterías también llamado anaquel


Zócalo de madera



Mostrador de madera repujada con pila de estaño donde corre el agua que refrescaba las frascas de vino que en la pileta estaban, con una imponente grifería de 5 grifos y parte de su barra, con un mostrador de ónix, que además de espectacular, lo hace único en Madrid.





Y lo que hoy es el restaurante fue el almacén donde se guardaban los pellejos de piel donde el vino se transportaba y además, donde el tabernero moraba.



La cocina está acorde del local, guisos de antes, de los que emanaban el cariño de la persona que atendía los pucheros y que sin prisas, pero sin pausas, elaboraba platos que satisfacían los paladares más exigentes. Junto a eso platos entrañables, de siempre, los callos (con su morcilla asturiana), los caracoles, el rabo de toro, las albóndigas de ternera, el bacalao a la Madrileña se añaden nuevas propuestas como los pimientos rellenos de chipirones, el salteado de hongos y setas o la carrillada de ternera con compota de manzana. Su dulce final, lo componen las suaves tartas caseras, los buñuelos de manzana y la inmortal leche frita.




Todos los jueves hay Cocido Madrileño, con dos pases. Una invitación, tanto para el foráneo como para el gato madrileño, para degustar la intensidad de sensaciones de este plato tan castizo.



Una lugar, con cocina de sabores de siempre, entrañables, a veces casi olvidados (como tomar unas ricas albóndigas fuera de casa), con amable y profesional atención del personal de sala, donde degustar una caña tirada como mandan los cánones, donde disfrutar de su ambiente, un lugar con duende, con esas paredes repletas de fotografías testimonio perenne de tantos años de reconocida fama. 

 

Para un tapeo de calidad en la zona de la barra y con ambiente mas formal en la zona del restaurante. 








Y todo esto, con justiprecio, hace que te invite a ir… y repetir.