Nos vamos a Padrón para visitar esta perla de la gastronomía escondida entre churrascos, donde un matrimonio auna sus conocimientos para disfrute de sus comensales: Marina, padronesa, en los fogones y Quique, barcelonés, en la sala.
Ambos maestros solistas despliegan su arte para desarrollar una armoniosa sinfonía de colores, sabores y texturas en un establecimiento con alma mediterránea por sus suaves colores y su tenue luz.
Antes que nada, otro guiño al mediterráneo con un exquisito pan gallego untado con tomates de huerta, aceite de oliva arbequina y unas escamas de sal Maldon... jugos gástricos a toda vela!
Empezamos con un salpicón de buey de mar en canelón de salmón ahumado. La frescura marina del buey se conjugaba en el paladar con la textura grasa del salmón como un traje a medida de nuestro amigo Echeverría de Madrid.
Estábamos aún disfrutando del retrogusto, cuando llegaron unos suntuosos lomos de sardinas de Rianxo asadas y sin espinas acompañadas con unos pimientos de Herbón. Para aquellas personas que crean que la sardina es la Belén Esteban de los pescados, en esta santa casa, la maestría con la que tratan a este pescado te recordaría, usando el mismo símil, la elegancia de la Reina Rania de Jordania.
Tocaba el protagonismo a la carne y nos trajeron unos sabrosos cortes de coca de vaca gallega, con sus correspondientes patatas fritas peladas a mano. La sinfonía seguía deleitandonos como un pase de Ermenegildo Zegna.
Acabamos con un postre de tres sensaciones: un fresco helado de mandarina, un lujurioso helado de chocolate y un profiterol relleno de nata. Con semejante música sentimos levitar...
Un aguardiente casero, con etiqueta a mano y sabores de antaño fue el colofón. De esos aguardientes de la vieja escuela, de los que hacía carraspear hasta al mas recio de los marineros de la Costa de la Muerte.
El vino que Quique nos puso fue un Douro Tons de Dourum 2010, un vino elaborado con Touriga Nacional, Franca y Tinta Roriz que estuvo a la altura del homenaje.
Salimos del restaurante plenos, llenos, felices por una sinfonía tambien interpretada, por tanta elegancia "Loeweriana". Hasta pronto, maestros!